lunes, 19 de abril de 2010

Ego y Orgullo

Ella se mira al espejo por horas, fascinada por su propia belleza y tal vez hastiada por la misma; piensa que le ha traído más problemas que alegrías pero no puede dejar de mirarse. Espera.

Él prefiere volcar su pequeña autodestrucción en fumar un cigarrillo y contemplar la evolución amorfa del humo que despide. Espera, eso es indudable pero con una paciencia estoica, más parecida la de una roca que a la de una persona.

Ambos imaginan por un instante el martirio que el otro pasa. El propio siempre es el que vale más.

Ella respira profundo cuatro, tal vez cinco veces. Se siente liberada pero con un nudo de vacío en la boca del estómago. Se muerde el labio mientras piensa si él también pensará en ella. Descarta la idea por improbable.

Él aprieta la mandíbula y juega con los fósforos, busca descifrar en el enigma del fuego los ojos de ella y a su vez, su pensamiento. Abandona el intento por absurdo.

Ambos buscan refugio de sus propias mentes.

Ella trata de leer y concentrarse inútilmente en las palabras sueltas y cargadas de coincidencia que el libro arroja hacia su vista.

Él contrae su atención hacia sí mismo, buscando escapar de los pensamientos que lo abruman.

Ambos voltean al cielo y sus miradas tropiezan con el vuelo algún ave, y desean en lo profundo que el otro sepa lo que piensan.

Ella cierra el libro fastidiada y decidida a ir afuera y sacarlo de una vez por todas de su mente.

Él se levanta y toma su guitarra, determinado a no volver a confiar en una musa.

Ambos dudan un segundo, estropeando en subconsciente sus decretos de evasiva.


1 comentario:

Belle dijo...

Wow. Me fascinó.