domingo, 18 de octubre de 2009

Viene la noche

El viento que mueve las copas de los árboles trae jirones de pensamiento, siempre volátil; otras veces el viento lo sopla tan fuerte que se estrella en mácula de tinta que torpemente es plasmada y se vuelve indescifrable con el tiempo.
A veces siento que todos hablamos de lo mismo, que todos sabemos exactamente qué vivimos, en dónde está el problema y su solución; pero hay una especie de mutis, de parálisis.
Tabú es la verdad, eternamente impronunciable ante la flema de la percepción mundana que cierra nuestras gargantas y entorpece toda lengua; si acaso prevalece la esencia, pues la verdad sólo en esencia se muestra y al final no se sabe si fue verdad o fue espejismo.
Babel se irguió lo bastante y ese dios que construímos con la plasta malsana del orgullo se vuelve contra nosotros llenando la cabeza de quimera alucinante. Ya las lenguas se tuercen y los significados no tienen coherencia, igual que al repetir una palabra hasta el hartazgo. Ya los profetas de nuestros tiempos hablan y predican pero entre tantos gritos no se entienden, sólamente son unos locos a quienes nadie escucha, porque no es verdad lo que hablan, es esencia la verdad y quimera la palabra.




El viento trae a veces cielos de apocalípsis en alguna madrugada de domingo