viernes, 27 de agosto de 2010

Débil y rabioso

Lo único que necesita el que se ahoga es un respiro, lo único que quiere el hambriento es un pan. Ambos tienen negada su necesidad, exaltada su miseria, esperan con los brazos extendidos al cielo, como si algo allá arriba fuese a responder. Pero no hay tal cosa, no hay arriba y no hay respuesta. No hay Dios, no hay esperanza.
Cobijas heladas y sol que no calienta al que ofrece. Rechazo siempre al final del camino. Caminos que se pierden entre la maleza. Eternamente rodeado de nadie. A veces crees haber encontrado el camino correcto y lo sigues hasta donde te permite, en el fondo sabes que es imposible tu salida. O tu acceso. Ya no recuerdas qué es lo que buscas exactamente, si es que buscabas algo. De pronto estás frente a un muro que se alza más allá de donde se puede ver o frente a un espejo que te muestra lo patético que eres. Es brutal, y te dan ganas de escupirle a ese pusilánime reflejo que da asco, pero te falta fuerza para cambiarlo, te falta valor para destruirlo y aún si así fuese, en el fondo sabes que sigues siendo tú mismo. Y eso no tiene vuelta.
Te odias entonces y quieres destruir, destruirte. Estás ardiendo de rabia por dentro pero tienes frío y hambre por fuera, y también te falta el aire. Débil y rabioso. ¿dónde está tu Dios?,
¿dónde está tu fuerza?. Inconscientemente volteas arriba para recibir una respuesta pero no hay tal cosa, no hay arriba y no hay respuesta. Y lo sabes. Sólo hay vacío...
Y tú mismo.

No hay comentarios: